La última cacería de gansos en Doñana

A las seis de la mañana el Land Rover se abre paso trabajosamente por entre las dunas del Parque nacional de Doñana. La noche es muy fría y aunque el cielo aparece tachonado de estrellas la negritud es total. Dependiendo de la pendiente de las dunas, los faros de nuestro vehículo barren más o menos territorio y nos proporcionan alguna que otra sorpresa, como la de iluminar a gran distancia los ojos de un zorro que sorprendido en sus correrías nocturnas, se aleja con inusitada rapidez dejando un largo rastro en la arena, con lo que creemos vislumbrar como un chotacabras en las fauces.

Ultima Caceria (1)

Atrás han quedado más de diez kilómetros de playa y algún que otro roción de agua salada, ya que la marea está bastante alta. Sigo las rodadas de los vehículos que diariamente hacen el recorrido con los visitantes del Parque y cuando veo que tuercen a la izquierda y se introducen por entre las dunas, giro yo también y compruebo que el camino es el acertado al iluminar durante una fracción de segundo Torre Carbonera, una emblemática atalaya costera, defensa antigua de las invasiones moriscas y hoy en día nido de halcones durante la primavera y el verano.

Lluvias recientes han asentado las arenas y convertido el camino en un autentico carril que me permite disfrutar con la conducción del Land Rover sobre todo, cuando pongo el acelerador en automático y suelto el volante, me río en solitario recordando la cara de asombro que ponen algunos visitantes ilustres de Doñana cuando enseñándoles el Parque no solo dejo el volante, sino que abro la puerta y me bajo del vehículo que continúa su lenta marcha, hasta que tras recorrer treinta o cuarenta metros me subo nuevamente.

A mi lado Ramón Coronado me mira sorprendido pensando probablemente que las dos copitas de aguardiente que nos hemos tomado en Casa Miguel, el único chiringuito abierto en Matalascañas a tan tempranas horas, me ha afectado más de lo habitual. Ramón, tremendo patero, ha compartido conmigo cientos de horas en plena marisma de Doñana en el Laboratorio de Leo Biaggi, cuando yo me dedicaba a fotografiar la fauna y él, embebido en terminar su tesis doctoral se dedicaba a localizar camadas de patos en las cercanías del Caño del Travieso.

Reímos esta vez los dos juntos, recordando como las listísimas ratas de la marisma y los cuervos descubrieron las sutiles marcas que hacía en los nidos de los patos, y en un par de días acabaron no solo con cientos de huevos y de pollos, sino que le tiraron por tierra el trabajo de un par de meses y a punto estuvieron de hundir su tesis.

Ramón trabaja como yo en el Parque y comparte conmigo la inmensa suerte de hacer lo que le gusta, su vida son las charcas y los patos, el ha sido el responsable de la restauración de la laguna del Acebuche, hoy la principal zona de acogida de visitantes del Parque Nacional de Doñana, actualmente trabaja en la restauración del Lucio de la F.A.O. en plena marisma de Aznalcazar con idea de que gansos y patos tengan un buen descansadero y comedero, su experiencia en las anátidas es de sobra conocida y cuando se ha enterado de que me han invitado a fotografiar la ultima cacería de gansos que se autoriza en el Cerro de los Ánsares, en el corazón de Doñana, le ha faltado tiempo para venirse conmigo, hay que tener en cuenta que la gran pasión de Moncho no es solo el estudio y la observación de los patos sino que también lo es su caza y aunque esta vez no pueda echar abajo ningún ganso, solamente el contemplar un lance cinegético tan insólito, prácticamente único en el mundo por el lugar donde se desarrolla, le mantienen desde hace un par de semanas como si fuera él quien abatiera los gansos.

Ultima Caceria (2)

Bajamos con nuestro Land Rover el cantil de una duna y comenzamos la travesía del corral de la Víbora, dificultosa porque las ultimas lluvias lo han encharcado y en Doñana las dunas se atraviesan con solo deshinchar las ruedas, pero el barro es una auténtica trampa para cualquier vehículo, así que vadeo por donde puedo y sobre todo por donde el lecho del corral es arena, y a trancas y barrancas cruzando algún que otro charcón en los que el agua nos llega a la altura de las puertas. Moncho al ver entrar el agua por alguna que otra ranura y mojarnos los pies, me mira muy serio y me dice –empiezo a sentirme pato- . Finalmente salimos de los zacallones y ya en terreno más firme gozamos con la auténtica Doñana salvaje que nos descubre la luz de los faros, ciervos, gamos, conejos, nos cruzan constantemente el carril, tengo que frenar para acompasar nuestro paso al trote, este día comprendí porque se le dice “cochinero”, de un guarro que por lo visto descubrió las ventajas de la luz artificial para carrilear durante la noche. Un par de chochas perdices, un alcaraván, un chotacabras y nuevamente un zorro, completan los avistamientos de nuestro trayecto sin contar con algún que otro sapo de espuelas, un bufo y algo que cruzo tan rápido el carril que no nos dio tiempo para apreciar lo que era, posiblemente un meloncillo, pero el lugar por donde lo hizo no era el más apropiado para parar y comprobar las huellas, así que quedó como el único animal sin identificar de nuestro periplo nocturno.

Ultima Caceria (3)

A las siete de la mañana, todavía noche cerrada, llegamos a la choza de Balduino al pié del Cerro de los Ansares, donde ya ardía una fogata preparada por los guardas para descanso de los cazadores. Allí, Antonio Vázquez el guarda de Vetalengua tenía listo un café, amén de los típicos tostones de pan con aceite, para tomar las sardinas asadas que recién traídas de la lonja de Sanlúcar, brillaban todavía en su caja de madera con nieve, como si tuvieran luz propia.

Como es fácil de comprender, la choza de Balduino fue construída hace ya años para acoger al Rey de los belgas, que aficionado a la Naturaleza fué invitado por la familia Morenés a pasar unos días en el palacio de las Marismillas, dedicado a la oración y la caza, posiblemente las dos únicas aficiones conocidas de un monarca, que según los guardas dejó el recuerdo de hombre sencillo y afectuoso en todos los que tuvieron el placer de conocerlo.

Al calor del fuego nos juntamos los que asistimos a esta última cacería y como es lógico se comentan los aspectos técnicos previsibles durante la jornada, y sobre todo se hace la distribución de los puestos, ya que la mitad del grupo va a cazar patos en el lucio de Vetalengua y la otra mitad subirá al Cerro para cazar los ánsares desde los aros.

Lo insólito de este tipo de caza es el lugar donde se practica, diferente a cualquier otro del mundo. La caza de anátidas se suele llevar a cabo en las marismas, lagunas o zonas encharcadas, teniendo el agua como principal protagonista. Aquí en Doñana la caza del ganso tiene lugar en lo alto, o mejor aún, a media ladera de la duna de arena blanca más grande y espectacular del Parque Nacional, el llamado Cerro de los ánsares.

Juan Espinar, el Guarda Mayor de las Marismillas, la finca de la familia Morenés, ha dispuesto una serie de “aros” enterrados en las arenas de la duna, que servirán de escondite a los cazadores. El “aro” es parecido a los bidones que se entierran en el fango de las zonas húmedas para mantener seco al tirador y ocultarlo de la vista de las aves. En la duna los “aros” son más profundos, pues el tirador debe permanecer en ellos prácticamente de pie, asomando solo durante el momento del disparo.

Ultima Caceria (5)

Alrededor de estos escondites se colocan una serie de gansos caseros que sirven de reclamo a los salvajes, para ello se amarran mediante un cordel a una estaca clavada en la arena, cuando comienzan los disparos algunos de los gansos abatidos también se colocan alrededor del “aro” sujetándoles la cabeza erguida mediante otra estaca para así confundir y atraer a sus compañeros, que confiados se echan al lado ofreciendo un perfecto blanco a los cazadores.

Ultima Caceria (6)

Hemos acabados con los tostones y sardinas y todo está dispuesto para la caza, son tres los cazadores que conducidos por Juan Espinar suben lentamente la duna arropados en sus capotes, delante un burro lleva en sus alforjas el armamento, la cartuchería y algún tentempié por si ha lugar entre tiro y tiro.

Ramón, junto a mí, no pierde detalle del proceso, otros tres cazadores marchan en un Land Rover con Antonio Vázquez para tirar los patos en el Lucio de Vetalengua donde se han preparado tres puestos bien camuflados entre los balluncales que cubren el Lucio.

Las luces y el ruido del vehículo se pierden en la oscuridad y Ramón y yo quedamos solos en la choza aprovechando el rescoldo de la fogata, de vez en cuando nos llega algún sonido de la duna producido por la preparación de los puestos, es el momento propicio para confidencias y Ramón me cuenta una vez más como consiguió echar abajo su primer ganso unos kilómetros más al norte en el Lucio del Cangrejo, es tal su pasión por este tipo de caza que me cuenta su lance con los ojos humedecidos por la emoción que le produce el recuerdo, la verdad es que me resulta fácil imaginarlo escudriñando con su vista clara las primeras luces de la marisma, mientras su cerebro procesa vertiginosamente los sonidos que sus ateridas orejas perciben.

– Éste es un espicolao, aquí llegan tres silbones, buff!, se han posado a la izquierda, donde cantaba el calamón hace un rato.

– ¡Dios! Eso ha sido un ganso, vaya ruido que traen, los veo, los veo, los veo!. Boummm! (ruido de alas), golpetazo en el agua y silencio, ya está, ya es mío, lo conseguí !.

Tras las gafas una chispa de pena en los grises ojos de Ramón, se cala la gorra y me hace un signo para que escuche, el cielo comienza a tornarse rosa por levante y empiezan a apreciarse los contornos de las dunas. De la marisma, nos llega un rumor creciente que nos anuncia, que los gansos hartos de castañuela empiezan a volar hacia las dunas.

Ca—ca—ca—ca—, con algo más de claridad pero sin haber salido el sol miles de gansos se dirigen hacia nosotros y comienzan a sobrevolarnos. Es la locura, el cielo sin luz pero ya rosa se cubre del gris de los gansos, son como sombras fantasmales que reconocemos por el tremendo ruido que producen. Levanto mí cámara y aún a sabiendas de que es imposible que consiga nada disparo una y otra vez en medio de la algarabía, como sonido de fondo pac, pac, pac, los tiradores del cerro han comenzado la caza.

Ultima Caceria (7)

El sol surge volcánicamente tras la Sierra de Cádiz y por efecto de su luz la marisma inundada en esta época del año aparece como una lámina de azogue salpicada de multitud de puntitos negros que gracias a nuestros prismáticos identificamos como diversas especies de acuáticas: gansos, cercetas, patos reales, cucharetas, silbones, rabudos, fochas, avocetas, etc. La marisma comienza a hervir, bandos de aves identificables por su forma de volar la cruzan en todos los sentidos, desde donde estamos podemos apreciar como grandes bandos de gansos se van levantando de forma escalonada de diferentes puntos para finalmente dirigirse hacia donde estamos nosotros.

Los gansos de Doñana pasan la noche pastando y comiendo las raíces de la castañuela, unos rizomas en forma de castañas de las que recibe el nombre la planta. La digestión de estos bulbos es la que induce a los gansos a comer la arena de la duna que ellos utilizan en la molleja para poder triturar las plantas, no debemos olvidar que una de las características de Doñana como región es la ausencia total de piedras, solo la arena de las dunas puede sustituir esta carencia tan importante para las aves.

Al abrigo de los pinos contemplamos como continúa el espectáculo y cómo los gansos caseros sirven de mortal reclamo para los salvajes, ya que a media duna donde los tiradores se ocultan en los aros aparecen un montón de gansos derribados entre los cimbeles vivos.

 

Son ya las diez de la mañana, el sol empieza a calentar pero todavía algunos bandos numerosos pasan sobre nuestras cabezas removiendo las acículas de los pinos, con el aire que despiden sus alas. El vuelo de los gansos es poderoso, y el ruido que producen con el aire sus plumas cobertoras y las rémiges, es ensordecedor cuando se trata de un bando.

La falta de obstáculos en la duna nos permite distinguir perfectamente con los prismáticos, como los gansos comienzan a llegar chorreados en grupos variables de cuatro a quince individuos, los que son atraídos por los cimbeles pagan con su vida el exceso de confianza, pues en el momento que planean para posar sus patas en las arenas, surge el cazador del aro, y los gansos sorprendidos frenan en el aire para intentar, remontar el vuelo, este parón, extraordinario para tomar fotografías, lo es también para poder dispararles a placer, Ramón me comenta que el lance cinegético en la marisma es más dificultoso, ya que los gansos se tienen que tirar a mayor distancia y amerizan mas rápido que aterrizan.

Sobre las doce de la mañana han cesado las llegadas de los gansos y los pocos que aún quedaban sobre la duna retornan a la marisma, los cazadores salen de los aros y Juan Espinar que ha subido con el borrico y los serones, comienza con el recuento de las piezas y su traslado una vez que hemos hecho las fotos de rigor.

 

Los cazadores se muestran satisfechos pues se han abatido 82 gansos, una buena cifra aunque, somos conocedores por Manolín “el Pitero” y por “el Maestro”de tiradas próximas a los quinientos en el laboratorio de Leo Biaggi, cosa que por otra parte creemos que es una barbaridad, tanto a Ramón como a mí nos parece lógico que este tipo de cacerías no se lleven a cabo en el interior del Parque Nacional, ambos pensamos que el espectáculo de los gansos al amanecer comiendo arena en las dunas, será dentro de poco uno de los principales atractivos de Doñana, sobre todo si en su momento se complementa con paseos por la marisma inundada, a caballo o en cajón, algo imprescindible en un parque como éste, que es esencialmente acuático, los dos abogamos por la creación de un coto social en la periferia del parque para la caza de aves acuáticas, donde se controle la actividad cinegética hoy en día poco regulada.

Ultima Caceria (12)

En el entorno de Doñana existen zonas óptimas para llevar a cabo este tipo de actividades cinegéticas, sobre todo en las proximidades de Villafranco del Guadalquivir o en las marismas de Aznalcazar, el Lucio del Italiano en Isla Mayor sembrado de castañuela puede ser un ejemplo claro, del que sería sin lugar a duda el mejor coto de caza de aves acuáticas de Europa.

Abandonamos nuestras disquisiciones y recibimos a los cazadores que regresan del lucio de Vetalengua, tres escopetas han abatido 432 patos en su mayoría reales y cucharas.

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Entre el paterío que abarrota la caja trasera del Land Rover, Juan Espinar elige cuatro patos reales y ante nuestra consternación, dos cercetas pardillas que según él son las más sabrosas, en un santiamén las despluma ,limpia, y asa en los rescoldos del fuego que todavía humea.

Como es lógico, al finalizar el lance cinegético, entre copa y copa de jerez la tropa se distiende y todos los tiradores discuten por el numero de piezas abatidas relatando sus mejores tiros, ¡ que pelotazo!, ¡ menudo doblete!, ¡ a mí uno se me ha metido dentro del aro !. La conversación la interrumpe un maravilloso perro labrador que para sorpresa de todos aparece con un ganso en las fauces y lo deposita a los pies de su amo Antonio Vázquez, que nos dice,¡este lo vi yo caer al pié de la duna y el perro ha ido tras de él hasta que lo ha encontrado !.

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El sol luce ya en todo lo alto y pese a ser el mes de Enero lo despejado del cielo hace que la temperatura nos invite al sesteo, así que tanto Ramón como yo, nos tomamos un último café de “pucherete”y nos despedimos del grupo, no sin antes agradecerle a Paco Morenés la invitación a esta última cacería de gansos, de la que sin pegar un tiro nos llevamos treinta para las Hermanitas de los Pobres de Sevilla.

Ramón ha colocado su anorak bajo la cabeza y pese al traqueteo incesante del Land Rover ronca como los gamos en septiembre. Cruzo un corral tras otro sorteando como puedo las raíces más gruesas de los pinos que afloran por el carril y poco a poco nos acercamos al Palacio de Doñana, al cruzar por la laguna del Hondón de un viejo alcornoque su posadero habitual, se levanta el águila Imperial que volando bajo se pierde en dirección a la marisma, esta tarde no necesitará esforzarse mucho para encontrar comida, algún pato o ganso herido por la mañana le facilitará la labor.

Tras dos horas de polvo y saltos llegamos al palacio y después de aparcar el coche donde Ramón sigue durmiendo, me dirijo a la cocina con un par de gansos con los que alegrar la pobre dieta de los investigadores.

Como hace frío la chimenea está encendida y en la cocina Miguel Delibes y Luis García el “anillador “ hacen un alto en su trabajo y toman café, les comento cómo ha ido el día y la cacería, incluyendo detalles como la comida y la bebida, Luis toma notas para su diario mientras le describo todo. Al rato aparece Ramón y se sienta con nosotros todavía bajo los efectos del sueño y la resaca.

– Qué mal me siento, debe haber sido el vino-,

– ¡El vino¡ le contesta Luis, ¡Serás cabrón! ¡La cerceta pardilla que te has comido y se te está revolviendo en el estómago¡

Han pasado más de veinte años y por fin me decido a publicar este artículo sobre todo en recuerdo de unos hombres que dejaron parte de sus vidas en Doñana. No me cabe duda que tanto Ramón Coronado, como Antonio “Clarita”, Juan Espinar, Antonio Vázquez, Manolín “El pitero”, Antonio “ El maestro”, Isidro el del Lucio del Lobo, Antonio Otero y Antonio “Chico” ya no están “entre” nosotros, pero sí “con” nosotros, con todos los que los conocimos, porque cada vez que vuelvo por la marisma, recuerdo sus caras, sus sonrisas, sus manos, su maestría, y me siento embriagado por una catarata de maravillosos recuerdos.

~ por camoyan en 7 diciembre 2009.

5 respuestas to “La última cacería de gansos en Doñana”

  1. Querido amigo,como me has echo recordar y que nostálgia me ha dado.Ahora hago fotografías de naturaleza, sobre todo de anátidas són mi delirio, pero antes, he cazado el ganso en las marismas de Villafranco del Guadalquivir, el puntá, como aquí le llamamos.
    Bueno, te doy las gracias por este rato de gozo,con esta escritura tan exquisita.Un saludo amigo y que Dios te bendiga.

  2. Precioso relato,tras leer vuestro relato ,lo que mas se me pasaba por la cabeza era:recordarlo porque porque sois unos privilegiados,jamás volvera a producirse un acontecimiento así.
    Solamente un dia pisé, el parque y me querian multar con 1000 euros por atentar fauna y flora,y me dije :
    – pero a quien he matado yo,acaso me he saltado un semaforo andando .saludos

  3. Un gran articulo Antonio, donde no hace falta haber estado presente, para poder disfrutar de esa cacería, tan singular como bella y de las anécdotas ocurridas, en un día maravilloso en ese paraíso de Doñana.
    Gracias por haberlo compartido y por el placer que siento, después de haberlo leído.
    Un abrazo.

  4. Hola, soy José Luis Girón Charlo cazador y gestor de caza me ha encatado tu articulo,he conocido la marisma y la describes como es , fui gran amigo de D. Ramón Coronado.
    Un saludo.

  5. Antonio soy Paco el mecanico de puerto Gelves nos conocimos ya hace años no sabia nada de su faceta de fotografo me alegro mucho de su obra yo tambien conoci a Isidro gran persona por cierto.Sigue asi y que podamos disfrutar de tus trabajos GRACIAS.

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